SISMICIDAD Y VULCANISMO EN MÉXICO

El territorio mexicano se ubica entre diferentes placas y, por lo tanto, los procesos de sismicidad y vulcanismo están presentes, principalmente en la zona de contacto de la placa Norteamericana con la de Cocos, considerada como zona sísmica. Ésta es la que ha registrado los principales sismos.
El grado de sismicidad disminuye hacia el norte, conforme nos alejamos de la zona de contacto de placas, siendo menor en la zona penisísmica e inexsistente en el norte del país y en la península de Yucatán, regiones consideradas como asísmicas.
En México existen unos 20 volcanes activos. La mayoría se localiza a los 19° de latitud, como el Popocatépetl, ubicado entre los estados de México, Puebla y Morelos; el Pico de Orizaba y San Martín Tuxtla, en Veracruz; el de Fuego, en Colima; el Chichón y Tacaná, en Chiapas; y el Tres Vírgenes, en Baja California Sur.
Además de representar mecanismos de liberación de energía, el vulcanismo y la sismicidad generan beneficios a la población. Gracias al vulcanismo, minerales como el cromo, la magnetita, el platino o el cuarzo, son llevados hacia el exterior, donde el ser humano los explota.
Además, las zonas cercanas a los volcanes son de gran fertilidad, pues las cenizas volcánicas proporcionan abundantes minerales enriquecen el suelo y lo hacen ideal para las actividades agrícolas.
Por otra parte, las aguas termales originadas por el vulcanismo se aprovechan para generar energía eléctrica o para el turismo. Sin embargo, el vulcanismo también es un riesgo para la población, por lo que se le estudia para buscar estrategias de planeación, las cuales permitan a la gente interactuar con este fenómeno con el menor riesgo posible.

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